Aprendemos que tenemos 206 huesos y 650 músculos en nuestro cuerpo y asumimos que todos somos iguales por dentro. Sin embargo, no es tan sencillo. Ambos datos pueden fluctuar, siendo el número de huesos el más estable. Al fin y al cabo, si fuera normal que alguien tuviera un tercer fémur o escápula, se apreciaría con facilidad. No obstante, aunque muchos de los huesos supernumerarios son pequeños, eso no excluye que los de mayor tamaño no puedan aumentar en número.
La parrilla costal consta de 12 costillas a cada lado, tanto en hombres como mujeres. Esta apreciación puede parecer tonta, pero sigue siendo común la idea de que el número de costillas difiere entre los sexos debido al mito de Adán y Eva en el Génesis. Se articulan por detrás con las doce vértebras torácicas o dorsales, es decir, a partir de la 8ª vértebra de la columna vertebral, y por delante con el esternón a través del cartílago costal (a excepción de las costillas flotantes). Si menciono esto es porque el número de costillas puede variar sin necesidad de alterar el número de vértebras dorsales.
Por encima de la parrilla costal típica puede presentarse la costilla cervical o de Eva, que aparece en uno o ambos lados. Su tamaño puede variar, siendo poco frecuente (entre el 0,6-0,8%), aunque más típica en mujeres, y asintomática, descubriéndose por casualidad. Dado que es una zona donde pasan tanto el plexo braquial(1) como los vasos subclavios, puede producir el síndrome de la abertura torácica superior cuando se forma una pinza entre el hueso y el músculo escaleno anterior, que va desde las apófisis tranversas(2) de C3-C6 hasta la primera costilla. Este síndrome también ocurre sin necesidad de costilla supernumeraria, dándose entre las costillas superiores y la clavícula. A nivel de la primera vértebra lumbar también puede aparecer una vértebra extra, pudiendo igualmente ser uni o bilateral y asintomática.
Al igual que hay quien posee costillas de más, hay quien tiene un número menor a 12 pares. Incluso el número de vértebras puede variar. Cuando hay menos vértebras, se pueden producir daños de la médula espinal. La alteración del número del costillas puede, de no conocerse de antemano, afectar en la práctica clínica, como en los procedimientos donde deban contarse el número de costillas, como en la punción de emergencia en el 2º espacio intercostal anterior durante un neumotorax por tensión. También puede afectar a la cirugía si el acceso está cubierto por una costilla.
Ahora bien, una alteración por encima o por debajo del número de vértebras y costillas, aunque infrecuente, no parece tan sorprendente. Puede resultar tan curioso como un número distinto de dedos en las manos o los pies. ¿Pero, y si existieran huesos que, no solo aparecen en mayor número, sino que están donde no les corresponde? Ese es el caso del dígito pélvico. Se trata de un pequeño hueso alargado que puede aparecer en fragmentos, como las falanges de un dedo, y aparecer en el tejido blando de la pelvis, la pared abdominal anterior (o, en otras palabras, la barriga) o en las costillas inferiores.
El dígito pélvico, como en los casos anteriores, es asintomático, por lo que su descubrimiento es fortuito. Lo normal es que sea casos unilaterales. Fue descrito por primera vez por Sullivan y Cornwell en 1974. Aunque no se conoce su origen exacto, se establece que podría formarse en las primeras seis semanas de embriogénesis.
Otros huesos que pueden pasar desapercibidos y que son más comunes son los aquellos que entran en la categoría de huesos sesamoideos. Los huesos sesamoideos son aquellos que se localizan en tendones. La rótula es el más grande, facilitando la acción del cuádriceps para la extensión de la rodilla. Normalmente se forman en los tendones de las manos y los pies. Aunque pueden pasar desapercibidos, pueden sufrir sesamoiditis o fracturas.
Sin añadir un hueso de más, la apófisis supracondilea humeral es una formación que aparece en el húmero, varios centímetros por encima del hueso del codo. Concretamente, unos 5 centímetros por encima del epicóndilo medial del codo. Aunque normalmente es asintomático, como cualquier hueso, puede fracturarse. Además, esta apófisis y el ligamento de Struthers, que conecta también con el epicóndilo medial, pueden comprimir la arteria braquial y el nervio mediano, produciendo síntomas parecidos a los del síndrome del túnel carpiano.
Estos son solo unos pocos ejemplos, ya que siempre se pueden encontrar estudios de casos donde informan de una presencia anatómica anómala. Los mencionados tienen siempre un punto en común: su presencia no provoca daño por sí sola, pasando desapercibidos. Si ampliamos este criterio de inclusión, podría mencionar a la espina bífida oculta, que normalmente es inocua.
La próxima entrada se enfocará en las variaciones anatómicas musculares.
(2) Las apófisis transversas son las extensiones laterales que tienen la vértebras.
La parrilla costal consta de 12 costillas a cada lado, tanto en hombres como mujeres. Esta apreciación puede parecer tonta, pero sigue siendo común la idea de que el número de costillas difiere entre los sexos debido al mito de Adán y Eva en el Génesis. Se articulan por detrás con las doce vértebras torácicas o dorsales, es decir, a partir de la 8ª vértebra de la columna vertebral, y por delante con el esternón a través del cartílago costal (a excepción de las costillas flotantes). Si menciono esto es porque el número de costillas puede variar sin necesidad de alterar el número de vértebras dorsales.
Por encima de la parrilla costal típica puede presentarse la costilla cervical o de Eva, que aparece en uno o ambos lados. Su tamaño puede variar, siendo poco frecuente (entre el 0,6-0,8%), aunque más típica en mujeres, y asintomática, descubriéndose por casualidad. Dado que es una zona donde pasan tanto el plexo braquial(1) como los vasos subclavios, puede producir el síndrome de la abertura torácica superior cuando se forma una pinza entre el hueso y el músculo escaleno anterior, que va desde las apófisis tranversas(2) de C3-C6 hasta la primera costilla. Este síndrome también ocurre sin necesidad de costilla supernumeraria, dándose entre las costillas superiores y la clavícula. A nivel de la primera vértebra lumbar también puede aparecer una vértebra extra, pudiendo igualmente ser uni o bilateral y asintomática.
Al igual que hay quien posee costillas de más, hay quien tiene un número menor a 12 pares. Incluso el número de vértebras puede variar. Cuando hay menos vértebras, se pueden producir daños de la médula espinal. La alteración del número del costillas puede, de no conocerse de antemano, afectar en la práctica clínica, como en los procedimientos donde deban contarse el número de costillas, como en la punción de emergencia en el 2º espacio intercostal anterior durante un neumotorax por tensión. También puede afectar a la cirugía si el acceso está cubierto por una costilla.
Ahora bien, una alteración por encima o por debajo del número de vértebras y costillas, aunque infrecuente, no parece tan sorprendente. Puede resultar tan curioso como un número distinto de dedos en las manos o los pies. ¿Pero, y si existieran huesos que, no solo aparecen en mayor número, sino que están donde no les corresponde? Ese es el caso del dígito pélvico. Se trata de un pequeño hueso alargado que puede aparecer en fragmentos, como las falanges de un dedo, y aparecer en el tejido blando de la pelvis, la pared abdominal anterior (o, en otras palabras, la barriga) o en las costillas inferiores.
El dígito pélvico, como en los casos anteriores, es asintomático, por lo que su descubrimiento es fortuito. Lo normal es que sea casos unilaterales. Fue descrito por primera vez por Sullivan y Cornwell en 1974. Aunque no se conoce su origen exacto, se establece que podría formarse en las primeras seis semanas de embriogénesis.
Otros huesos que pueden pasar desapercibidos y que son más comunes son los aquellos que entran en la categoría de huesos sesamoideos. Los huesos sesamoideos son aquellos que se localizan en tendones. La rótula es el más grande, facilitando la acción del cuádriceps para la extensión de la rodilla. Normalmente se forman en los tendones de las manos y los pies. Aunque pueden pasar desapercibidos, pueden sufrir sesamoiditis o fracturas.
Sin añadir un hueso de más, la apófisis supracondilea humeral es una formación que aparece en el húmero, varios centímetros por encima del hueso del codo. Concretamente, unos 5 centímetros por encima del epicóndilo medial del codo. Aunque normalmente es asintomático, como cualquier hueso, puede fracturarse. Además, esta apófisis y el ligamento de Struthers, que conecta también con el epicóndilo medial, pueden comprimir la arteria braquial y el nervio mediano, produciendo síntomas parecidos a los del síndrome del túnel carpiano.
Estos son solo unos pocos ejemplos, ya que siempre se pueden encontrar estudios de casos donde informan de una presencia anatómica anómala. Los mencionados tienen siempre un punto en común: su presencia no provoca daño por sí sola, pasando desapercibidos. Si ampliamos este criterio de inclusión, podría mencionar a la espina bífida oculta, que normalmente es inocua.
La próxima entrada se enfocará en las variaciones anatómicas musculares.
Notas
(1) El plexo braquial es una estructura formada por los nervios cervicales de C1 a C8, que surgen por encima de su vértebra correspondiente, a excepción del último (ya que hay 8 nervios cervicales pero solo 7 vértebras) y del nervio torácico T1. Entre estos nervios se producen anastomosis, es decir, se unen y se dividen entre sí, y de ellos surgen los nervios que inervan la cintura escapular y el miembro superior.(2) Las apófisis transversas son las extensiones laterales que tienen la vértebras.
Fuente
- Radiopaedia y 2
- Ochieng, J. & Ibingira. Sternal anomalies with supernumerary and subnumerary vertebrae and ribs – Case Reports. Global Journal of Radiology and Therapeutics Radiation (2014) Vol. 2 (2), pp. 018-020,
- Vivek Pandey, Ajay Singh Thakur, Kiran KV Acharya, y P Sripathi Rao. The pelvic digit “eleventh finger” Indian J Orthop. 2009 Jan-Mar; 43(1): 97–98. doi: 10.4103/0019-5413.45332
- Wikipedia Thomas H. McConnell. The Nature of Disease: Pathology for the Health Professions. Lippincott Williams & Wilkins, 2007. pp. 113
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